“TRANSVERSALIZANDO” LA CIENCIA


La historia del acceso de las mujeres al conocimiento y a la Ciencia ha sido una carrera llena de obstáculos. En España, no fue hasta 1910 cuando las mujeres fuimos admitidas, sin condiciones, en las universidades. Y el acceso a las Academias científicas tuvo que esperar todavía unas décadas más: la primera mujer que accedió a la Academia de Ciencias Española fue Margarita Salas, en 1988. Si bien poco a poco más mujeres se han ido sumando a las distintas etapas de la carrera investigadora, los datos (Científicas en cifras) siguen revelando nuestra dificultad para alcanzar los puestos de responsabilidad.

Esto no es más que un reflejo de cómo las estructuras de los organismos de investigación y de las Sociedades Científicas están fuertemente condicionadas por la idiosincrasia y círculos de poder masculinos. La aplicación de la "transversalidad de género" en Ciencia debe pasar por establecer medidas que permitan no sólo el acceso, sino también la permanencia y ascenso de las mujeres en este sector. Pondré algunos ejemplos de cada una de estas etapas:

Acceso: Obviamente, existe igualdad legal en el acceso de las mujeres al estudio de cualquier carrera que deseen. Sin embargo, en las carreras denominadas STEM (ciencia e ingeniería) su proporción es muy baja. ¿Por qué no son atractivas para ellas? ¿Realmente no las escogen porque no les gustan o porque es difícil que te guste lo que te es ajeno? Diversos estudios revelan que las niñas a partir de 6 años se consideran peores que los niños en materias científicas, pese a obtener mejores calificaciones que ellos. Esa percepción distorsionada proviene de los roles sociales establecidos para cada género y de la escasez de referentes. En los últimos años, se está realizando un esfuerzo en mostrar una ciencia más diversa e incluyente. Se han implementado medidas de refuerzo de la confianza de las niñas y las adolescentes así como iniciativas para equilibrar el género de los referentes científicos a los que tienen acceso (en libros, prensa, divulgación…).

Permanencia: La excelencia investigadora (publish or perish) es una trampa en el desarrollo laboral de muchas científicas. Incide especialmente en torno a los 30-40 años de edad, momento en el que las mujeres deben decidir sobre su futura (o no) maternidad. Los datos muestran que la tasa de abandono de mujeres sin hijos es similar a la de los hombres, pero para aquellas con hijos (o que piensan tenerlos) la tasa de abandono es el doble. Eso provoca que la cantidad de  mujeres que acceden a un puesto estable en los organismos de investigación sea menor. Las medidas de conciliación y corresponsabilidad con horarios flexibles, excedencias y reducciones de jornada están orientadas a paliar esta situación. La realidad es que esas  medidas, si no se evalúan y replantean a posteriori, en muchos casos lo que favorecen es que la carga de cuidados recaiga todavía más en las mujeres, ahondando en la precariedad y la brecha salarial. También se han establecido moratorias en la contabilidad de plazos a la hora de solicitar contratos o incentivos para las mujeres que solicitan proyectos de investigación. Todas estas medidas van encaminadas a dotar de recursos (sociales y económicos) a las investigadoras.

Ascenso: aunque en las últimas décadas la mujer ha alcanzado la paridad en casi todas las etapas de la carrera investigadora, sólo un 20% de mujeres alcanzan los puestos más altos, las cátedras. Tampoco hay paridad en los puestos de representación unipersonal. En esta línea, diversos Planes de Igualdad contemplan la programación de acciones formativas específicas para favorecer el acceso de las mujeres a puestos directivos y predirectivos. También se trabaja en la línea de que los puestos de trabajo de libre designación sean cubiertos por profesionales del sexo menos representado en dicha escala o se establecen cuotas de participación en tribunales y comités. Estas medidas, a priori positivas, a veces tienen consecuencias indeseadas. En algunos campos, en los que todavía hay poca representación femenina, se produce una sobrecarga de trabajo burocrático en las pocas mujeres que han logrado acceder. Un peaje que deben pagar las científicas del presente para que las nuevas generaciones de científicas puedan tener voz y voto en el futuro de la Ciencia española.


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